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Café en el parque

Me animé a salir a dar una vuelta al parque, ya que estoy encerrado 150 días en mi departamento por ser una persona de muy alto riesgo. Pandemia y Cuarentena son las palabras que me alejan del mundo.

Para sorpresa mía, encontré a Luis Alfonso sentado en una banca, con cara de aburrido, flaco, demacrado, y lo peor de todo, con una tristeza en los ojos tan grande, que el peso le hundía los hombros, pero como todo adulto que se respeta, estaba bien vestido, afeitado, peinado muy abrigado y perfumado.

Nos saludamos manteniendo la distancia correspondiente.  Yo lo saludé con gran afecto, ya que somos amigos desde los siete años, y como respuesta a mi saludos, escuché un sonido que no sabía si salía de la garganta, de los pulmones o de alguna enfermedad.

Al toque le pregunté ¿estás tuberculoso o inauguras nueva voz? Muy fuerte y sincera fue su risotada, contestando “!DEPRIMIDO!”.  ¡Mi madre! le dije “se murió tu herramienta y no le has hecho una misa de responso”.

Hablando tonterías estabamos pasando un buen rato, cuando se acercó una señora mayor y le preguntó a Luis Alfonso si era poeta. Ya fue la culminación  del Olimpo donde viven los dioses griegos. “Señora, con todo respeto debo decirle que estoy de incógnito de paso por el Perú, por lo tanto no le puedo contestar la pregunta pero

 

Hay, en las iglesias abandonadas,
vírgenes tristes, pálidas imágenes,
amadas sólo por las flores silvestres,
lirios, pamporcinos, anémonas, retamas.

 

Se abre la puerta como de costumbre
la abre tan sólo el viento,
como si fuese la virgen quien la abriese
con dulce impaciencia materna,

anciana golpeada por el luto, olvidada
en la desierta ruina esperando
el regreso de gente de más allá del mar
eternamente oscurecido por la tempestad.

 

La señora se arrodilló en el pasto, poniendo las manos entre los ojos y dijo “Gracias Señor, me has permitido conocer a un poeta griego, ya puedo morir tranquila.”

Cuando la señora se alejó le comenté “carajo, ya mataste a la vieja y sólo con palabras. Si le das un beso, la tía muere cochina, ya que dejaría de bañarse para no perder tu beso”.

Como el encuentro fue tan agradable, y nosotros que somos hombres machos y viejos, tomamos la decisión de poner una mesa de plástico en el parque, eso si bien anclada, para que no se la roben, y cuatros sillas, asi podríamos bajar al parque a tomar un café, con aire fresco y tener buena charla, reirnos en lugar de tomar valium, así pasariamos parte del día.

Realizada la operación. Mesa y sillas, nos sentamos a tomar nuestro café. A las once de la mañana, decidimos la fuga, cada uno a su casa hasta el día siguiente.

Todo caminaba de lo mas bien hasta que un dia bajamos y encontramos a cuatro señoras bien sentadas en nuestra mesa.

Ya dije antes “somos hombres machos y viejos” Nos miramos, nos sonreímos los dos al mismo tiempo diciendo “ las sacamos al estilo Don Juan, me dijo Luis Alfonso”;  atraco le contesté, yo a las dos de la izquierda y tu a las otras dos, vamos manos a la obra.

Nos acercamos a la mesa caminando como babosos, con cara de babosos, actuando como babosos pero con la intencion del lobo. “Que se comió a la abuelita”

Pusimos una mano en cada respaldar de la silla y gritamos “Geronimoo” como gritan los paracaidistas cuando saltan del avión, y entramos en acción  estampándole un beso en la boca a cada tia.

Salieron las cuatro corriendo dejando sus sanguches, las biscoletas y los kekeitos en la mesa, menudo cafecito tomamos ese día.

Y qué…a los que tomamos café no nos toman en cuenta.

El más joven soy yo

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