En el café, hablando con un amigo, le conté que yo la había visto y comencé a explicarle dónde, de repente fui interrumpido por una señora de mediana edad que en voz alta me llamó “MENTIROSO”, diciendo que era imposible que yo la hubiera visto.
Creó tal alboroto que la gente se preguntaba ¿pero a quién vio? El dueño de la cafetería, también estaba entre los oyentes, le pidió un café al mozo y un señor que estaba a su costado también pidió café.
Yo estaba a mitad de cuento, cuando se me acercó por la espalda un señor y me dijo “compadre, hazla larga que el café es gratis”.
Inmediatamente, pedí un cortado para seguir con el cuento, contando que ella estaba en las alturas de los Andes cuando la vi. Era alta, ágil, de movimientos rápidos y muy bella. Su pelo era marrón rojizo, todo era un conjunto de belleza extraña.
La señora volvió a interrumpirme diciendo “Lo que usted está contando no es cierto. Mi hermano, que ahora tiene setenta años, hace por lo menos veinte años que la está buscando y nunca la ha visto. Le han contado muchos cuentos diciendo esto y el otro, pero lo que, si es cierto, es que mi hermano le siguió las huellas que luego se perdían, por eso no puedo creer que usted, en un solo viaje, sí se encontró con ella.”
Nuevamente se me acercó el señor y me dijo “sigue discutiendo que ya viene otro café gratis”.
Señora, por favor escúcheme, qué necesidad tengo de mentir. Cuando me di cuenta de la cantidad de personas reunidas, parecía que estaban viendo un partido de futbol. Gritos y aplausos avivaban la emoción. En un momento una jovencita dijo, no interrumpan dejen que termine el cuento. La verdad que mi cuento estaba algo aumentado, adornado y floreado, pero lo que sí es cierto es que la vi.
Seguí diciendo, yo estaba de bajada hacia la ceja de selva completamente solo, cuando caí a un pequeño pozo, pero no podía salir. Lo único que hice fue orar, gritar y esperar que alguien me escuchara.
Fue en ese momento que escuché un ruido y unas palabras autoritarias que me decía, esfuérzate, ten fe, sálvate, ella al ver que no podía me ayudo con una soga a salir del pozo. Yo una vez afuera volteé para verla y agradecerle la ayuda, pero ella salió corriendo sin que le pudiera ver la cara.
Pero si pude ver como era de hermosa, su forma de caminar, de correr que era una figura impresionante, realmente uno se queda con la esperanza de volver a verla.
En esos momentos un asistente al café dijo: “yo nunca me atreví a decirlo, pero yo también la vi” el café se volvió un terremoto. Risas y abrazos cuando uno de los cafeteros preguntó ¿y como se llama?
Me quedé callado pensando, me puse rojo y dije: La flor de las alturas, la belleza del oriente, mamacha buena y dicen que ella era una belleza joven, que todos los pueblos bajaban a verla pasar y quedaban hipnotizados de tal belleza, que era hija de un granjero del valle. Llegó un momento en que un joven venido de un lugar extraño logró enamorarla. El amor fue tan grande que ella se volvió una divinidad hecha realidad para llegar al matrimonio. El tiempo pasó, la alegría era permanente en su casa y también centro de reunión de los amigos. Un día el marido salió muy temprano de la casa para ir al monte a recoger el ganado, él y todos los peones que lo acompañaban ensillados en lindos caballos muy entusiasmado se dirigieron al monte. A mitad de camino del cerro saltó un puma directo al esposo de la belleza, los peones no pudieron hacer nada por más disparos que hicieron.
Regresaron al pueblo solo con el sombrero, ya que el puma había llevado el cuerpo a las alturas, no pudiendo ayudar los peones a salvarlo.
Tal noticia creó un dolor muy fuerte y una depresión incontrolable en la belleza que de su habitación no salía.
Dicen las ancianas del pueblo que una madrugada cuando estaban al pie de su habitación orando, se abrió la ventana, saltando de su interior una bella vicuña.
Cuando entraron en la casa para saber que había pasado no encontraron nada, la casa completamente vacía sin muebles, sin cuadros, sin ropa creando la leyenda que la esposa se vistió con todo y salto por la ventana como una vicuña.
El dolor por la pérdida de su amor fue tan grande que en las noches algunas veces en el monte se escucha un llanto tan triste, que el que lo escucha no vuelve a sonreír nunca.
No pude seguir contando la historia por los llantos de los oyentes.
El dueño del café de abrazo y grito al público “Yo, si creo que él la vio”
La señora que me dijo mentiroso me abrazó diciendo, gracias por esta mañana tan entretenida, espero volver a verlo.
Y qué…cada uno tiene su encanto.
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